Pequeño dossier: Época de Oro del cine mexicano

Fotograma de Macario(1960) de Roberto Gavaldón, cima del cine mexicano

En este mundo del cine donde prima la industria norteamericana y en segundo lugar las producciones europeas no suele dejar mucho espacio para hablar y escribir de la cinematografía tan rica de otros países. Si ya directores referentes de la historia del cine como el hindú Ray o japoneses como Naruse o Shimizu han quedado relegados a un segundo plano imaginad otros cineastas de países menos prolíficos lo olvidados que han estado en el imaginario colectivo. México es un país que ha sido protagonista en esa gala tan académica que se realiza en Los Ángeles. Sí, los Oscar. Y es cierto que Iñárritu o Cuarón han tenido éxito en los últimos años, pero quedan muy lejos de sus coetáneos del pasado, concretamente en la década de los cuarenta, cincuenta y sesenta, que conforma la época dorada del cine del país azteca.

En estas décadas sobresalen un sinfín de obras que muestran la problemática social del conjunto de la nación, las miserias que pasaban las clases obreras, el poder que ejercían unos pocos poderosos con mano de hierro sobre toda la población o la situación de inferioridad de la mujer respecto al hombre. Como en otras cintas latinoamericanas también aparece en algunas de estas películas el miserable y rancio código de honor que reinaba en muchas familias.

ROBERTO GAVALDÓN

Cartel de «El niño y la niebla» de 1953.

Suya es Macario, en la que realiza una eficaz observación sobre el destino trágico de los pobres, sin opción de prosperar. En sus trabajos fue constante el empleo de música inquietante para darle un toque más melodramático y suspense a determinadas escenas. Esto le hace, quizás, ser el director más académico de su generación. Entre sus obras más destacadas podemos citar «La rosa blanca», en la que denuncia las sucias maniobras de las petrolíferas americanas, en una clara crítica al capitalismo. También demuestra su dominio de la intriga y coquetea con el thriller en «La otra» y «El niño de la niebla», con una protagonista que no es capaz de dar cariño a su hijo por miedo a la locura que persigue los genes de su famiia.

LUIS BUÑUEL

Fotograma de una de las películas más duras que un servidor haya visto. «Los olvidados»

El maestro de Calanda demostró en su etapa mexicana, la más prolífica en cantidad al aceptar numerosos encargos, su capacidad para retratar el carácter de la sociedad de la época y el citado anteriormente código de honor que enfrenta a dos familias en «El río y la muerte», su relato sobre la pobreza extrema en «Los olvidados», los celos en «Él», la falta de escrúpulos de la burguesía en «El ángel exterminador» o el choque de clases en «El bruto», en la que un trabajador sin cultura es contratado por un ricacho para desalojar unas viviendas para recalificar un terreno. Resulta interesante además «La ilusión viaja en tranvía», que muestra en un tono más relajado y divertido la dificultosa vida que llevan dos operarios de tranvía.

EMILIO «EL INDIO FERNÁNDEZ»

Emilio Fernandez en 1969

La característica más sobresaliente del Indio fue la creación de potentes personajes femeninos como en «Río escondido», en la que una maestra se niega a someterse frente al terrateniente de un pueblo rural o en «Enamorada». Sus repartos estuvieron plagados de estrellas, algo que ayudó a acercar al público, atrayendo a actores de la talla de María Felix, Dolores del Río o Pedro Armendáriz. Sus orígenes indios y humildes le permitieron gozar de un gran conocimiento del entorno rural de su país.

Escena de «Río escondido» del año 1948, con la fantástica María Felix.

JULIO BRACHO

De los citados seguramente el director más desconocido para el gran público, pero con una obra donde destacan tres películas que son patrimonio del cine mexicano como «Crepúsculo», «Distinto amanecer» y «La sombra del caudillo». En sus trabajos suele ser habitual ver un ritmo pausado, con primeros planos hermosos y cierto tono poético. El cineasta de Durango dota a sus obras de una gran tensión narrativa desde el comienzo e incluso las características del cine negro americano son recogidas en la citada «Distinto amanecer», con una estampa final donde la protagonista tiene que decidirse entre el amor y el deber. «La sombra del caudillo» es una cima del cine político mundial y un documento fílmico-histórico valiosísimo sobre los conflictos de poderes que tuvieron lugar previos a la Revolución Mexicana, en una cinta muy bien trabajada.

«Crepúsculo», de 1945.

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